miércoles, 22 de marzo de 2017

La deuda de los diez mil talentos

 La deuda de los diez mil talentos.

En este texto, Jesus habla de un rey que perdona a su criado una deuda de diez mil talentos, cuando este le suplica: "ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo". Imagino que tanto el rey, como el criado sabrían la inmensidad de la deuda, y la casi imposibilidad de ser pagada. También Jesús lo sabría, al proponer esta historia, así que supongo que en realidad todo el texto habla de actitudes, las nuestras cuando queremos la oportunidad de enmendarnos, de mejorar o de subsanar nuestros errores, y nuestras mismas actitudes cuando tenemos que dar esas mismas oportunidades a otros...


Todo ello se acentúa más y nos afea y obliga a una reflexión profunda cuando pensamos en quien es ese "otro" a quien juzgamos tan duramente a veces... Nuestra pareja!! .¿sorprendidos? ¿pues de quien pensábamos que nos estaba hablando Jesús a nosotros? ¿acaso de un vecino lejano? Eso no sería evangelio comprometido, eso no nos  haría de verdadera "toma de tierra".



Reflexionemos seriamente sobre esas nuestras deudas, defectos, que no seremos nunca capaces de subsanar del todo, aunque es necesario que nos comprometamos a hacer lo máximo que esté de nuestra mano, y después pensemos en esas pequeñas tontadas de nuestra pareja, que nos molestan levemente en la convivencia cotidiana, pero que exigimos sean corregidas de inmediato.
¿Admitiremos nosotros pequeñas deudas que no nos serán pagadas jamás?
D.C.



 Mateo 18,21-35
En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:

 «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» 
Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
 Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados.
 Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos.
 Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. 
El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.
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" Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.
 Pero, al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios 
y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes". 
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo:
 "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré."
 Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
 Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y
 fueron a contarle a su señor todo lo sucedido.
 Entonces el señor lo llamó y le dijo:
 "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste.
 ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" 
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
 Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

Sin excusas

"Sin excusas"

Sin excusas. Así se presentan ante Dios para pedirle que, a pesar de haber sido ellos mismos la mayor causa de su situación actual, no los deje por imposibles.

Como muestra de su cambio de actitud, no tienen nada que ofrecerle, porque lo han perdido todo, así que le ofrecen su propio corazón, su propia disposición a cambiar, a toda costa.

En definitiva, dos valientes y honestos pasos que nos propone esta lectura para la Cuaresma: primero, el reconocimiento de la propia responsabilidad en nuestros males y, como consecuencia, la adquisición del compromiso propio, total, en hacer realidad un cambio en nuestro interior.

Si de verdad queremos cambiar a mejor, la Cuaresma es un tiempo estupendo para abandonar ya las excusas y afrontar nuestra responsabilidad en lo que nos ocurre, en cómo somos.
D.C



Lectura de la profecía de Daniel 3, 25. 34-43
En aquellos días, Azarías, puesto en pie, oró de esta forma;
 alzo la voz en medio del fuego y dijo:
 «Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre,


 no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia.
 Por Abrahán, tu amigo;
 por Isaac, tu siervo; 
por Israel, tu consagrado;
 a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo,
 como la arena de las playas marinas. 
Pero ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos;
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 hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados.
 En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes;
 ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso;
 ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia.
 Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde,
 como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados.
 Que este sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia:
 porque los que en ti confían no quedan defraudados.
 Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro, no nos defraudes, Señor;
 trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia.
 Líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre, Señor».