miércoles, 12 de julio de 2017

El hijo de la egipcia

Lectura 170705. El hijo de la egipcia

Lectura del libro del Génesis (21,5.8-20):
Abrahán tenía cien años cuando le nació su hijo Isaac. El chico creció, y lo destetaron. El día que destetaron a Isaac, Abrahán dio un gran banquete.
Pero Sara vio que el hijo que Abrahán había tenido de Hagar, la egipcia, jugaba con Isaac, y dijo a Abrahán: «Expulsa a esa criada y a su hijo, porque el hijo de esa criada no va a repartirse la herencia con mi hijo Isaac.» 

Como al fin y al cabo era hijo suyo, Abrahán se llevó un gran disgusto.
Pero Dios dijo a Abrahán: «No te aflijas por el niño y la criada. Haz exactamente lo que te dice Sara, porque es Isaac quien continúa tu descendencia. Aunque también del hijo de la criada sacaré un gran pueblo, por ser descendiente tuyo.»

Abrahán madrugó, cogió pan y un odre de agua, se lo cargó a hombros a Hagar y la despidió con el niño. Ella se marchó y fue vagando por el desierto de Berseba. Cuando se le acabó el agua del odre, colocó al niño debajo de unas matas; se apartó y se sentó a solas, a la distancia de un tiro de arco, diciéndose: «No puedo ver morir a mi hijo.» Y se sentó a distancia. El niño rompió a llorar. 

Dios oyó la voz del niño, y el ángel de Dios llamó a Hagar desde el cielo, preguntándole: «¿Qué te pasa, Hagar? No temas, que Dios ha oído la voz del niño que está ahí. Levántate, toma al niño y tenlo bien agarrado de la mano, porque sacaré de él un gran pueblo.» Dios le abrió los ojos, y divisó un pozo de agua; fue allá, llenó el odre y dio de beber al muchacho. Dios estaba con el muchacho, que creció, habitó en el desierto y se hizo un experto arquero. 
Un texto para meditar durante días... dirigido a todo al que le toca una desgracia.. todo un itinerario de vida. Hoy os propongo ser esa criada egipcia, y su hijo...

(...) "Abrahan dio un gran banquete.
Pero Sara vio que el hijo que Abrahán había tenido de Hagar, la egipcia, jugaba con Isaac, y dijo a Abrahán: «Expulsa a esa criada y a su hijo, porque el hijo de esa criada no va a repartirse la herencia con mi hijo Isaac.»"

En medio de la fiesta, se gesta una desgracia para nosotros, de la que aún ni somos conscientes. La fiesta está a punto de dejar de serlo para nosotros... ?Cuántas veces no hemos sentido esto? Una enfermedad, una "reestructuración" en la empresa que da con nosotros en la calle... las malas noticias siempre llegan en mal momento, y de improviso...

"Abrahán madrugó, cogió pan y un odre de agua, se lo cargó a hombros a Hagar y la despidió con el niño. Ella se marchó y fue vagando por el desierto de Berseba."
!Sólo un odre de agua y algo de pan! !Prácticamente con lo puesto! ?Como puede Abraham despedirlos con tan poco?
Y nosotros, cuando el revés nos llega, ?no nos sentimos también desvalidos, desprotegidos?
Imagino a Hagar, alejándose, con el niño, llena de temores, camino de un desierto donde la gente muere si no va bien preparada, y sabiendo que ella no lo está....
¿Cuántas preguntas se haría mientras vagaba por el desierto? Seguro que se preguntó qué había hecho mal para merecer aquello, qué podría haber hecho distinto para evitarlo. Seguro que se sintió culpable por ser la responsable de que ahora su hijo estuviera abocado a la desgracia...

¿Nunca, ante una desgracia, nos hemos llenado de dudas? "¿Qué he hecho yo mal para acabar en el paro, o con esta enfermedad?" ¿Nunca hemos sentido el peso de no poder cumplir nuestras propias expectativas al respecto de lo que debíamos, como padres, dar a nuestros hijos, o como esposos a nuestras parejas?

"Cuando se le acabó el agua del odre, colocó al niño debajo de unas matas; se apartó y se sentó a solas, a la distancia de un tiro de arco, diciéndose: «No puedo ver morir a mi hijo.» Y se sentó a distancia.

Se nos acaban las fuerzas. Agotados, física y mentalmente, nos rendimos a lo peor. Entregamos el relevo de aquello que más queremos. Solo nos queda el silencio, la espera sin esperanza.

Pero entonces... 
"El niño rompió a llorar. Dios oyó la voz del niño, y el ángel de Dios llamó a Hagar desde el cielo, preguntándole: «¿Qué te pasa, Hagar? No temas, que Dios ha oído la voz del niño que está ahí. Levántate, toma al niño y tenlo bien agarrado de la mano, porque sacaré de él un gran pueblo.» Dios le abrió los ojos, y divisó un pozo de agua; fue allá, llenó el odre y dio de beber al muchacho. "

Cuando se acaban nuestras fuerzas y sólo nos queda el lamento, cuando nos dirigimos a Dios, el texto nos cuenta que Dios, de algún modo, nos sigue acompañando, nos da ánimo y fuerzas, no deja que nos rindamos, busca para nosotros y nos ayuda a encontrar los pozos de agua con los que sobrevivir.... 

¿Sobrevivir? Espera... no es eso lo que leemos en el final del texto...
"Dios estaba con el muchacho, que creció, habitó en el desierto y se hizo un experto arquero."

El texto no dice que el niño sobrevivió... !dice que "Habitó en el desierto"! Dios estaba con el muchacho, y éste no sólo logró sobrevivir al desierto, sino que de aquella situación que casi los mata, el niño al que Dios acompañaba logró hacer su casa, logró prosperar en medio de la gran adversidad, y hacerse un experto arquero, salir adelante mucho más que dignamente.
Este es, en suma, un texto de una grandísima esperanza. Dios nos dice que está con nosotros, que nos acompaña en todas las situaciones en la que nos hallemos, por más desesperadas que sean, y que con Él podemos lograr sobreponernos a ellas y transformarlas para seguir adelante. Este texto nos debe de acompañar a todos los que alguna vez nos hemos sentido Hagar.

Sólo una última reflexión, para los que (hoy) vivimos más acomodados, y no tenemos motivos para sentirnos Hagar... tampoco este texto nos deja intactos...
Leyendo el texto, ?no os habéis preguntado: !Uff! Este Dios... !Cómo se ha hecho de rogar! !Cuánto ha tardado! ¿Por qué esperó hasta que casi mueren, hasta que ya habían perdido toda esperanza?

Pensemos un momento...¿Quién ha tardado en acudir a socorrer a Hagar y a su hijo?
Recordemos que somos nosotros los ojos de ese Dios, la boca de ese Dios, la compañía y las palabras de ese Dios... nosotros somos ese prójimo-próximo... nosotros hacemos ese Dios-con-nosotros...

¿O es que nuestra fe nos sigue permitiendo desear que Dios actúe pero sin comprometernos a nosotros?
Si la respuesta es "sí", los que no somos hoy Hagar podremos seguir "en la fiesta", o sentados contemplando a nuestro Hagares prójimos-próximos perder la esperanza. Pero si la respuesta es "no", deberemos de concluir que ese Dios  nos está esperando para transformar los desiertos de nuestros semejantes.

La fe nos compromete. Aceptemos la responsabilidad.

D. C.